Durante muchos siglos la corona española extendió sus brazos por todo el
orbe, llegó a ocupar territorios en todos los continentes con excepción de la Antártida.
Con los movimientos independentistas del siglo XIX perdió el control de una
gran porción de sus antiguos territorios. Los nuevos Estados, cual recién
paridos, pagaron el precio de su libertad con sangre. No menos lo fue el que
los españoles pagaron por resistir al separatismo.
Ya en el siglo XXI podía pensarse que los
territorios conquistados y colonizados antaño por España —y que no se
independizaron— se hubieran fundido y consolidado en una unidad territorial.
Nada más alejado de la realidad, la prueba irrefutable se halla en las
pretensiones independentistas de Cataluña.
Esto es un tema tan delicado que debe
abordarse con prudencia y siempre tener en cuenta que ambos frentes tienen
mucho que perder y hasta cierto punto legitimidad para conducirse en la forma
en que lo hacen. El reto está en resolver el conflicto de manera consciente,
razonada, en paz y sobre todo Justa.
Para esto nos sirve la propuesta de Adela
Cortina, quien nos refiere en su obra Justicia
Cordial que debemos construir una Ética Cívica basada en la ética
comunicativa y a su vez en la razón cordial. Esto implica el reconocimiento del
otro como sujeto capaz de argumentar
y deliberar sobre lo justo, siempre con base en una razón cordial, que toma en
cuenta tanto las circunstancias como las emociones.
Adela Cortina define a la capacidad de
estimar la realidad como antropología del
valor y en su pensamiento juega un papel muy importante. Pues considera que
no tienen sentido normas justas si las personas son incapaces de percibir lo
bueno o lo malo.
Hoy debemos apelar a esto, a la capacidad
de estimar tanto de catalanes, españoles y de la comunidad internacional para
deliberar sobre lo justo ¿es justa la pretensión independentista catalana? ¿lo
es la española para resistir la separación? La respuesta a esas preguntas no es
obvia y tendrán que verterse sólidos argumentos en favor de una y de otra,
siempre guardando el debido respeto que caracteriza a la razón cordial.
Cualquiera que sea la respuesta, siguiendo
este modelo de Ética Cívica, aquellas tendrán un mínimo de Justicia.
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